Diálogo entre las religiones para la fraternidad de los pueblos

En la actual profunda transformación mundial hacia una sociedad cada vez más multicultural y multirreligiosa, con el surgimiento de nuevos fenómenos de xenofobia e intolerancia religiosa y el temido choque entre civilizaciones, el Movimiento se ha comprometido a promover el diálogo entre las religiones para que el pluralismo religioso de la humanidad no sea causa de divisiones ni de guerras, sino que contribuya a recomponer en fraternidad la unidad de la familia humana.

El diálogo se muestra particularmente fecundo a nivel de la espiritualidad. Una convicción, reforzada en estas décadas de diálogo, es que lo que esperan de los cristianos los seguidores de otras religiones es sobre todo un testimonio concreto de ese amor que proviene del Evangelio. No por casualidad todas las religiones tienen en común la Regla de oro: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. En el clima de amor recíproco que la actuación de la ‘Regla de oro’ suscita, se puede establecer un diálogo. Requiere ‘hacerse uno’, es decir “vivir el otro”. No se trata de una actitud de simple benevolencia, apertura y estima, sino una práctica que exige el “vacío” completo de nosotros para identificarnos con los demás, para “ponernos en la piel del otro” y penetrar en el sentido que tiene para el otro el ser musulmán, hindú, budista.

Es doble el efecto: nos ayuda a la inculturación, conociendo así la religión, el lenguaje del otro, y predispone a los demás a la escucha.

Podemos pasar así al “respetuoso anuncio” en el cual, por lealtad hacia Dios y hacia sí mismo, y también por sinceridad ante el prójimo, decimos lo que afirma nuestra fe sobre el argumento del que se habla, sin imponer nada al otro con ello, sin sombra de proselitismo, sino por amor. Se crece así en el conocimiento recíproco.

Los efectos del diálogo

Efecto del diálogo en este espíritu de unidad, no es el sincretismo, sino el redescubrimiento de las propias raíces religiosas, de aquello que nos une, la experiencia viva de la fraternidad: de hecho, se refuerza el compromiso común a ser constructores de unidad y de paz especialmente allí donde la violencia y la intolerancia racial y religiosa tratan de excavar un abismo entre los componentes de la sociedad. Florecen también significativas realizaciones humanitarias comunes.

Un evento fundamental

En 1977, Chiara Lubich va a Londres para recibir, en la Guild Hall, el Premio Templeton por “el progreso de la religión”. Narra su experiencia ante personalidades de diversas religiones. Es imprevisible el inmediato y vivo interés expresado por personalidades de diversas religiones presentes en esa sala.

Desde entonces el diálogo interreligioso se ha convertido en parte integrante de las finalidades del Movimiento: “Enseguida –dice Chiara- advertí que todo esto nos indicaba que teníamos que dar “un vuelco” a nuestro Movimiento. Entendí que teníamos que dirigirnos a las personas de otras religiones, dejando que el Espíritu Santo nos indicara qué hacer y cómo hacer”.

A partir de 1994 Chiara Lubich es nombrada entre los presidentes honorarios de la Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz (WCRP). Desde 1979 representantes del Movimiento participan en las Asambleas mundiales de la WCRP y en encuentros e iniciativas locales.

Formación al diálogo

Una escuela permanente para el diálogo interreligioso tiene sede en la ciudadela de Tagaytay (Manila – Filipinas), centro de encuentro e irradiación de la espiritualidad para Asia. Otra escuela para el diálogo tiene su sede en la ciudadela Luminosa de los Estados Unidos, donde además, para favorecer el conocimiento recíproco, todos los años se otorga el “Premio Luminosa”, asignado a personalidades de diversas religiones comprometidas en el diálogo por la paz.

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