El diálogo se delinea como un camino privilegiado
para contribuir a la realización del testamento de Jesús:
"Que todos sean uno".  

Su proyecto de unidad, en la fraternidad de la familia humana,
la misma finalidad por la que nació el Movimiento de los Focolares.

Los diálogos como caminos a la unidad

Mediante circunstancias precisas y con la difusión espontánea del Movimiento más allá de los confines de Italia y después de Europa, en los 5 continentes, a nivel de individuos, personalidades, Movimientos e instituciones, se abren los diálogos, en la fidelidad a la propia identidad, en el testimonio del propio credo religioso, y en la apertura al respeto hacia el credo o la convicción de los demás, evitando toda forma de sincretismo.


  • dentro de la propia Iglesia: entre Movimientos Eclesiales, nuevas comunidades y asociaciones laicales, con los carismas antiguos y nuevos de las congregaciones religiosas, para profundizar la comunión;

  • entre las distintas Iglesias cristianas: para entretejer relaciones de comunión fraterna y de testimonio común que hagan caer prejuicios y se abran al diálogo de la vida, del pueblo, como levadura para acelerar el camino de la unidad visible de los cristianos;

  • con los judíos: para sanar las heridas de siglos y redescubrir el patrimonio y las raíces comunes;

  • con seguidores de las grandes religiones: para construir un mundo fraterno, basado en los valores del espíritu;

  • con personas de convicciones no religiosas: para trabajar juntos sobre la base de valores universales compartidos, en campos como la solidaridad, la paz y la justicia, a favor de la fraternidad de todo el mundo.

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