"Dios es Amor;
quien está en el amor está en Dios
y Dios vive en él".
Estas palabras de la primera carta de Juan
expresan con singular claridad
el centro de la fe cristiana:
"Hemos creído en el amor de Dios".
Así el cristiano puede expresar
la elección fundamental de su vida.

Al inicio del ser cristiano
no hay una decisión ética o una gran idea,
sino el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona,
que da a la vida un nuevo horizonte
y con ello la dirección decisiva".

Benedicto XVI

La chispa inspiradora: Dios Amor

Es precisamente el redescubrimiento de Dios Amor que abre un nuevo horizonte y expresa una dirección decisiva no sólo a la vida de Chiara Lubich, sino de millones de personas.

Durante la segunda guerra mundial, en Trento, bajo los bombardeos que destruyen todo, Chiara, quien tiene en ese entonces un poco más de 20 años, en ese clima de odio y de violencia, experimenta el encuentro con Dios Amor, el Único que no pasa. 

Un descubrimiento, definido por ella como "fulgurante", "más fuerte que las bombas que destruían Trento", que comunica y comparte enseguida con sus primeras compañeras. Su vida cambia radicalmente. Sobre su tumba, si hubiesen muerto, habrían querido una única inscripción: "Y nosotros hemos creído en el amor".

Este descubrimiento abre el horizonte que se ha convertido en la finalidad de sus vidas: colaborar en la realización del testamento de Jesús
"que todos sean uno".
Su proyecto de unidad sobre la familia humana.

El Evangelio vivido en todas las dimensiones de la vida

A partir de ese momento Chiara tiene la intuición de que está por nacer algo que alcanzaría hasta los confines del mundo, iluminando y renovando la sociedad.
En efecto, Chiara no ve en este redescubrimiento del Evangelio sólo un hecho espiritual, sino que se siente animada por la certeza de que el Evangelio vivido contiene la más potente revolución social: el primer lugar de entrenamiento, en los años '40, lo encuentran entre los pobres de los barrios menos favorecidos de Trento y junto con sus compañeras, comparte sus pocos bienes con ellos. Experimentan la actuación de las promesas evangélicas: "Den y se les dará", "pidan y obtendrán". En plena guerra, víveres, ropa y medicamentos llegan con inesperada abundancia para las multiples necesidades.

La llave de la unidad

En los innumerables rostros dolorosos, de las divisiones y de los traumas de la humanidad, Chiara reconoce el rostro de Cristo, del Hombre-Dios que en la cruz grita el abandono de su Padre. En Él encuentra la llave para recomponer la unidad con Dios y entre los hombres.

Es sobre todo en estos rostros de dolor que se leen los signos de la voluntad de Dios que la conduce a dar vida a una obra, el Movimiento de los focolares que, por la variedad de su composición, asumirá la forma de un "pueblo", de un "laboratorio" por un mundo unido en fraternidad.

Chiara repite que esta obra "no ha sido pensada sólo por una mente humana, sino que viene de lo alto. Son, por lo general, las circunstancias que manifiestan lo que Dios quiere. Nosotros tratamos de seguir Su voluntad día tras día".

La unidad entre individuos, categorías sociales, pueblos, constantemente indicada como el primer compromiso de todo el Movimiento, es alimentada por ella con escritos, conversaciones, encuentros, viajes, refiriéndose siempre a la inspiración y a la radicalidad originaria del carisma.

Nuevos caminos abiertos por un nuevo carisma

Recorriendo las principales etapas del desarrollo del Movimiento, se ponen en evidencia las nuevas vías abiertas por este carisma, más allá de toda previsión, como una respuesta a las urgencias que poco a poco emergen en la humanidad.

Una nueva espiritualidad en la Iglesia - A partir de la respuesta radical a Dios Amor, llevando a la práctica el Evangelio, tendrá inicio una nueva corriente de espiritualidad, la espiritualidad de la unidad, que -estando centrada en el amor y en la unidad, inscritos en el ADN de cada hombre- se revelará cada vez más universal.

En esta nueva espiritualidad que nace en la Iglesia, encontrarán su linfa vital hombres y mujeres de distintas categorías sociales, edades, razas y culturas. Después de algunos años a los católicos se unirán cristianos de otras Iglesias, judíos, y también seguidores de otras religiones y personas de convicciones no religiosas, en 182 países.

Como instrumentos de unidad, Chiara da inicio a movimientos específicos: para las nuevas generaciones, para las familias, para trabajar en lo social y en la Iglesia. Como camino privilegiado a la unidad, se abren fecundos diálogos; poco a poco, por su impulso, nacen modelos de una sociedad nueva: las ciudadelas que surgen en los cinco continentes. Para difundir la cultura de la unidad, se multiplican los medios de comunicación social: casas editoriales, revistas, centros audiovisuales, sitos en Internet.

Nuevas perspectivas en los distintos ámbitos de la sociedad son abiertas por ella a partir de los años '90, como la económica, cuando en 1991, ante los enormes desequilibrios sociales de Brasil, surge el proyecto de la Economía de comunión; y la política, con el nacimiento en 1996 del Movimiento político por la unidad, que propone a los políticos de distintas extracciones partidarias, la fraternidad como categoría política, en vista del bien común.

Un sí, marca un nuevo inicio

Chiara nace en Trento el 22 de enero de 1920.
Durante el fascismo vive años de pobreza: su padre, socialista, pierde el trabajo debido a sus ideas. Para mantener sus estudios, desde muy joven da clases privadas.

Su nombre de bautismo es Silvia. Asume el de Chiara (Clara), fascinada por la radicalidad evangélica de Clara de Asís.

El 7 de diciembre de 1943 Chiara pronuncia su sí a Dios para siempre, en la iglesia de los Capuchinos de Trento. Está sola. Tiene 23 años. No existe todavía ningún presagio de lo que habría nacido. Los inicios del Movimiento se ven marcados por esta fecha.

Búsqueda de la verdad, búsqueda de Dios. Esta elección radical marca la primera etapa de un camino en apasionada búsqueda de la Verdad, de un conocimiento más profundo de Dios. Para encontrar una respuesta, después de haberse graduado como maestra, se inscribe en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Venecia. Pero no puede proseguir los estudios, debido a la guerra y por tener que sostener el desarrollo del Movimiento naciente. Intuye que encontrará una respuesta en Jesús quien había le había dado su sí: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Será Él su Maestro.

Loreto, una premisa de su aventura espiritual. En 1939, participando, en Loreto, en un curso para jóvenes de la Acción Católica, en el Santuario donde está custodiada, según la tradición, la casita de Nazareth que hospedó a la Sagrada Familia, intuye cuál será su vocación: una reproducción de la familia de Nazareth, una nueva vocación en la Iglesia, y que muchos habrían seguido este camino.

En la Iglesia católica

La primera audiencia con el Papa. En 1964 Chiara es recibida por primera vez en audiencia por el Papa de entonces, Pablo VI, quien reconoce en el Movimiento una "Obra de Dios". A partir de ese momento, se multiplican -con Pablo VI primero y con Juan Pablo II después- las audiencias privadas y públicas, y sus intervenciones con ocasión de las manifestaciones internacionales.

En 1984 Juan Pablo II visita el Centro Internacional de Rocca di Papa. Reconoce en el Movimiento los lineamientos de la Iglesia del Concilio, y en su carisma una expresión del "radicalismo del amor" que caracteriza los dones del Espíritu en la historia de la Iglesia.

A partir de Pentecostés '98, el inicio de un camino de comunión entre Movimientos y Nuevas Comunidades - En el primer gran encuentro de los Movimientos y las Nuevas Comunidades, la vigilia de Pentecostés '98 en la Plaza San Pedro, Juan Pablo II reconoce operante en estas nuevas realidades eclesiales la respuesta del Espíritu al proceso de descristianización y les pide "frutos maduros de comunión y compromiso". Interviniendo, junto con otros 3 fundadores, Chiara Lubich le asegura su compromiso de contribuir a realizar esta comunión "con todas nuestras fuerzas". A partir de entonces inicia un camino de fraternidad y comunión entre muchos Movimientos y Nuevas Comunidades en el mundo.

En los Sínodos y a las Asambleas de las Conferencias Episcopales. Participa, en el Vaticano, en varios Sínodos de Obispos: por el XX aniversario del Concilio Vaticano II (1985); sobre la vocación y misión del laicado (1987), y sobre Europa (1990 y 1999). Chiara es nominada Consultora del Consejo Pontificio para los Laicos (1985). 

En 1997 es invitada a presentar el Movimiento a la Asamblea General de la Conferencia Episcopal de Manila, en Filipinas. En los años siguientes es invitada por las Conferencias Episcopales de: Taiwán, Suiza, Argentina, Brasil, Croacia, Polonia, India, Chequia, Eslovaquia, Austria.

Ecumenismo 

La página ecuménica del Movimiento se abre en 1961, en el tiempo en el que el Papa Juan XXIII pone la unidad de los cristianos entre las primeras finalidades del Concilio, por él anunciado en 1959: Chiara comunica la experiencia del Evangelio vivido en el Movimiento en un encuentro con un grupo evangélico-luterano, en Darmstadt, en Alemania. Marcará el inicio de la difusión de la espiritualidad de la unidad en las diversas Iglesias.

Pocos años después inician relaciones personales:

  • en el mundo ortodoxo, con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Atenágoras I, y después con sus sucesores;

  • en la Comunión anglicana, primero con el arzobispo anglicano de Canterbury, Ramsey, hasta el actual, Rowan Williams;

  • en el mundo evangélico, con el entonces presidente de la Federación luterana mundial, el obispo Christian Krause, y con los Secretarios Generales que se sucedieron en el Consejo Ecuménico de las Iglesias, de Ginebra.
    Todos respaldan la difusión de la espiritualidad de la unidad en las diversas Iglesias.

Diálogo interreligioso 

Ante los retos de una sociedad cada vez más multicultural y multireligiosa, se evidencian los frutos de paz del diálogo con seguidores de las distintas religiones encaminado desde los años '70.

Chiara y el Movimiento instauran no sólo contactos con personalidades o seguidores de las distintas religiones, sino con enteros Movimientos.

  • Budistas: Primera mujer cristiana, Chiara Lubich expone su experiencia espiritual, en 1981 en un templo, en Tokio, ante 10.000 budistas, y en 1997 en Tailandia a monjes y monjas budistas.

  • Musulmanes. algunos meses después, en la histórica Mezquita de "Malcom X" de Harlem en Nueva York, ante 3.000 musulmanes afro-americanos.

  • Judíos. En el mismo año, en Buenos Aires, es huésped de organizaciones judías.

  • Hindúes. En el 2001 va a India: se abre una nueva página en el diálogo del Movimiento con el mundo hindú.
    En 1994 es nominada entre los presidentes honorarios de la Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz (WCRP).


En el campo civil 

Desde el inicio, la pacífica revolución evangélica que empieza en Trento suscita el interés de personas sin un credo religioso. Se desarrolla un diálogo sobre la base de los grandes valores humanos como la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la paz y la unidad entre individuos, grupos y pueblos.

  • Chiara es invitada a hablar de la unidad de los pueblos en un simposio en el Palacio de Cristal de la ONU en Mayo del '97.


  • Interviene en Berna en la celebración del 150° aniversario de la Constitución Suiza (Marzo '98).

  • En Estrasburgo presenta el compromiso social y político del Movimiento a un grupo de diputados del Parlamento Europeo (Septiembre '98).

  • Siempre en Estrasburgo en la Conferencia por el 50° del Consejo de Europa sobre el tema "Sociedad de mercado, democracia, ciudadanía y solidaridad", presentando la experiencia de la Economía de comunión (Junio 1999).

  • En Innsbruck, en el congreso "1000 ciudades para Europa". Habla del "Espíritu de fraternidad en la política, como llave para la unidad de Europa y del mundo" ante la presencia de numerosos alcaldes, de altos exponentes de la política europea y de las máximas autoridades austriacas (Noviembre 2001).


La obra de unidad, de paz y diálogo entre los pueblos, religiones y culturas prometida por Chiara Lubich es reconocida públicamente por parte de organismos internacionales, culturales y religiosos: por el Premio Templeton por el progreso de la religión (1977), por el Premio Unesco '96 por la Educación a la Paz, por el de los Derechos Humanos del Consejo de Europa (1998), por doctorados honoris causa, otorgados por Universidades de distintos países (entre otros el de la Universidad de Buenos Aires), y por ciudadanías honorarias (fue declarada visitante ilustre de la Ciudad de Buenos Aires). Y además reconocimientos por parte de las grandes religiones y de los jefes de diversas Iglesias.


El último saludo

«… Tu día, mi Dios,

vendré, vendré hacia ti…
y con mi sueño más loco:  
traerte el mundo entre los brazos»


Ha sido ésta la pasión de Chiara Lubich, hasta el último momento: devolverle a Él el mundo sanado de sus traumas, divisiones y conflictos, el mundo recompuesto en la fraternidad, en el amor, en la unidad. Devolverle actuado el sueño por el cual Él mismo había venido a la tierra, había rezado y había pagado con la vida: “Padre, que todos sean uno”.

“Y es el amor a Jesús abandonado en la soledad absoluta del Calvario para conducir a los hombres al Padre como don de amor, incomprensible fuera de la lógica de Dios” –como escribió el Card. Coppa en el Osservatore Romano– que la llevó a “una participación cada vez más profunda” en su abandono, “en ese ‘grito’ sordo de moribundo, en una experiencia cada vez más global”. Chiara misma, haciendo un balance de su vida decía “abismos de dolor“ y de “vetas de amor“. Para compartir hasta lo más profundo la noche que oscurece hoy gran parte de la humanidad e irradiar la luz “fulgurante“ de Dios Amor, que ha irrumpido con el don de un carisma, desde los años oscuros del segundo conflicto mundial.

En el momento de la conclusión del viaje terreno de Chiara, en el pasaje a la Otra Vida, el 14 de marzo de 2008, precisamente luz, amor sin fronteras, son las palabras que más se repiten en la infinidad de mensajes llegados de todas partes del mundo, de personas de las más variadas culturas, edades y credos.
Su herencia emerge luminosa a través del vasto eco en los medios de comunicación, a pesar de que, durante toda su vida –como fue subrayado por más de uno- nunca tuvo el ansia de figurar.

Todo habla de irradiación de vida. Nada de muerte. Ni siquiera en momento del último saludo, en la Basílica romana de San Pablo extramuros, el 18 de marzo. Un momento vivido en directo gracias a la imprevista disponibilidad de network televisivas activadas en poquísimos días. “El corazón estallaba de gratitud por la vida de Chiara que ha iluminado cada una de nuestras existencias –escriben desde Corea, en directo, gracias a RAI internacional- y sentimos que la luz de ella surgida ahora penetra en el mundo cada vez más y los transforma”. Expresa bien el sentimiento de tantos en los 5 continente.

En la Basílica, se hace visible la densa red de relaciones tejida por Chiara a 360 grados: toman la palabra para dar una serie de testimonios representantes de religiones orientales, del Islam, del Hebraísmo, de distintas confesiones cristianas, de Movimientos eclesiales. Numerosos los cardenales y obispos presentes, pero también las personalidades políticas de diversas tendencias.

Sorpresivamente un nuevo mensaje del Papa, leído por el Cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone, en donde Benedicto XVI reconoce la atención de Chiara a los signos de los tiempos, su fidelidad a los sucesores de Pedro, su capacidad profética de “intuir anticipadamente” el pensamiento de ellos. El Papa también había enviado un telegrama apenas recibió la noticia de su “partida” donde habla de su “larga y fecunda vida marcada por el amor a Jesús Abandonado”, “a la escucha de las necesidades del hombre contemporáneo”. Mientras que el Card Bertone en su homilía, definió la vida de Chiara como “un canto a Dios Amor”.

La herencia de Chiara. Quizás quien mejor la sabe expresar son los más jóvenes. Es el sentir del “pueblo” que comparte su aventura. Así escribe un adolescente:

¡“Que todos sean uno”!  
Estas son las palabras por las cuales tú, Chiara, has gastado tu vida.
Y son éstas por las cuales yo, como tú, quiero gastar mi vida.
¡Gracias Chiara por cómo nos has enseñado a amar a Jesús! 
Gracias porque sin ti yo no sería lo que soy.
Todavía gracias porque con tu profundísima simplicidad en el amar a Dios en todos sus aspectos has cambiado muchísimos corazones.
Gracias por todas esas palabras que siguen resonando en mi corazón, ¡las llevaré siempre conmigo! 
¡Cuenta conmigo, Chiara!

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