 “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión:
éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo”.
Juan Pablo II
 Obispos amigos del Movimiento de los Focolares
En los orígenes del Movimiento, el entonces obispo de Trento, Mons. Carlo De Ferrari, reconoció en la experiencia del Evangelio vivido surgida alrededor de Chiara Lubich y de sus primeras compañeras la intervención de Dios: "Digitus Dei est hic - aquí está el dedo de Dios" muchos obispos se sintieron atraídos por los frutos suscitados por la espiritualidad del Movimiento y un buen número quiso hacer propia la Espiritualidad de la Unidad.
¿Por qué encuentros entre Obispos?
 En febrero de 1977 tuvo lugar el primer encuentro de obispos católicos amigos del Movimiento de los Focolares. El promotor del encuentro fue el teólogo Klaus Hemmerle, nombrado hacía poco obispo de Aquisgrán (Alemania), quien ya siendo sacerdote había conocido el Movimiento. Fueron 15 los participantes, provenientes de 10 naciones. Chiara Lubich, junto con los Focolares, desde un inicio ha sostenido esta comunión entre Obispos con su palabra y con su testimonio.
Recibiendo a estos obispos durante la Audiencia General, el Papa Pablo VI recordó las palabras del Evangelio de Mateo: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (18, 20) y, presentando los obispos a los fieles participantes en la audiencia, dijo: "Quisiera que en cada una de sus almas quedara esculpida la imagen de este momento, precisamente por el significado carismático de la presencia de Cristo en su Iglesia".
Un año después les dijo: "Como jefe del Colegio Apostólico los animo, los estimulo, los exhorto a continuar con esta iniciativa". Ha sido constante el apoyo expresado también por Juan Pablo II.
Una espiritualidad que sostiene la espiritualidad episcopal
Estos encuentros que se basan en la Espiritualidad de la Unidad del Movimiento de los Focolares, son para los obispos una ocasión de fraterna comunión que refuerza el espíritu de la "colegialidad efectiva y afectiva" tan subrayada por el Concilio Vaticano II. La profundización de perspectivas espirituales y teológicas, unida al intercambio de experiencias, los anima a vivir y a irradiar en el seno de sus Conferencias Episcopales y de sus diócesis, esa espiritualidad de comunión que Juan Pablo II ha subrayado como vía indispensable para "hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión" (Novo Millennio Ineunte 43; cf. Pastores Gregis 22).
Poder conocer la espiritualidad y el testimonio del Movimiento de los Focolares se convierte en fuente de inspiración para la nueva evangelización y para un diálogo abierto con todos, que tiene su raíz en el misterio de Jesús crucificado y abandonado. Cada año son más de cien los obispos católicos que participan en los Congresos espirituales en el "Centro Mariápolis" de Castelgandolfo. Encuentros análogos tienen lugar también a nivel regional. El actual coordinador de estas reuniones es el arzobispo de Praga, el Card. Miloslav Vlk, quien prosigue con la iniciativa de Mons. Klaus Hemmerle, fallecido en 1994.
Obispos de varias Iglesias
 A partir de 1982, también los obispos de varias denominaciones cristianas, provenientes de los más diversos países, se reúnen cada año, para un diálogo que surge de la espiritualidad ecuménica del Movimiento. Sus congresos, que tienen un carácter informal, tuvieron inicio cuando Juan Pablo II recibió un grupo de obispos católicos y los invitó a extender su experiencia de fraterna comunión también a líderes de otras Iglesias.
Desde entonces estos congresos se realizan cada año en un lugar diverso: Roma, Constantinopla (Estambul), Londres, Augsburgo, Trento, Amán/Jerusalén, Zürich, Ginebra y, en septiembre de 2005, por invitación del Patriarca rumano ortodoxo Teoctist, en Bucarest.
El fruto principal de esta iniciativa es la profunda comunión espiritual que se instaura entre líderes de diversas Iglesias, según cuanto dice el "mandamiento nuevo" de Jesús: "ámense los unos a los otros como yo los he amado" (Jn. 15, 12).
Sin dejar de ignorar aquello que todavía divide las Iglesias, se pone en relieve sobre todo lo mucho que ya tienen en común. Y se toma conciencia cómo las varias sensibilidades y las riquezas de las diferentes tradiciones pueden convertirse en un don para toda la cristiandad, "sin fusión, ni absorción" (Benedicto XVI).
De este "diálogo de la vida", que difunde nueva esperanza, con ocasión de los Congresos de los últimos años, los obispos también han podido dar un testimonio público con un amplio eco en el pueblo: en la iglesia evangélica de Santa Ana de Augsburgo (1998), en Jerusalén (1999), en el Grossmünster reformado de Zürich (2001), en la catedral protestante y en el Consejo Ecuménico de las Iglesias de Ginebra (2002), en Estambul (2004) y en Bucarest (2005).
En comunión con la comunidad de los creyentes
 Por la parte católica, los "Obispos amigos del Movimiento de los Focolares" han sido reconocidos en febrero de 1998 por el Consejo Pontificio de los Laicos, al que hacen referencia los modernos Movimientos Eclesiales, como una ramificación del Movimiento que se distingue por su "compromiso exclusivamente espiritual que no interfiere en ningún modo con sus deberes como obispos" sino que por el contrario les ayuda a cumplirlos "en espíritu de comunión y de unidad".
Juan Pablo II, mediante discursos, mensajes y cartas, constantemente ha acompañado y animado este camino.
Otros jefes de Iglesias, como el Patriarca ecuménico S.S. Bartolomé I, el primado de la Iglesia Anglicana, el arzobispo Rowan Williams, y el entonces Presidente de la Federación Luterana Mundial Christian Krause, come sus predecesores, han dado un amplio apoyo a estos congresos y a la Espiritualidad de Comunión que los anima.
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